El Juego




El oscuro pasadizo es idéntico a todos los demás por los que he pasado, luces chisporrotean a mi lado dándole al lugar un siniestro aspecto; he perdido las gafas que me permiten ver en la oscuridad y las abiertas heridas en mis brazos arden de manera infernal.



Escudriño todos los rincones mientras avanzo; pronto, frente a mí, aparece un bulto en el suelo que, conforme me voy acercando, va tomando forma. Es uno de los muchachos de mi escuadrón; las chispas oscilan sobre el cuerpo y un rostro contraído por el horror clava su mirada congelada en mis ojos. La visión me descompone, falta la mitad inferior de su cuerpo y los intestinos sanguinolentos se entrelazan en el acerado suelo.

 

Repentinamente, frente a mí y en  la oscuridad del fondo, algo se mueve. Mis nervios se contraen y aferro mi arma con dureza, mi cuerpo se encuentra tenso y gruesas gotas de sudor empañan mi vista. De pronto un rugido gutural y un siseó me advierten del inminente ataque, ahogando un grito de terror, aprieto el gatillo con fuerza y mis dedos vibran dolorosamente, primero debido al tenaz movimiento incontrolable del traqueteo del arma y luego a causa del creciente calor producto de las balas que, aullando, se hunden en la oscuridad.



Unos chillidos agónicos me señalan que he alcanzado el blanco y que por el momento, el peligro ha sido neutralizado. Me siento un poco reconfortado pero mis heridas necesitan atención y ya necesito municiones; retrocedo un poco y me introduzco por un pasillo lateral corriendo desesperadamente sin mirar hacia atrás.



Una nueva puerta, no está asegurada y la abro lentamente, entro en un pequeño cuarto semidestruido.



Tengo suerte y encuentro un revólver sobre una gaveta y un botiquín de primeros auxilios, extraigo la aguja con una solución verdosa que aplico inmediatamente en mi brazo, una sensación dulzona y analgésica recorre mi cuerpo; la vida vuelve a mi cuerpo y me apresto a salir del lugar.



Lo hago silenciosamente camino unos cuantos metros y de manera instintiva volteo rápidamente al sentir una presencia a mis espaldas.



El ser monstruoso se abalanza sobre mí; es más grande que yo, más que cualquiera con los que me he topado y sus poderosos, largos y huesudos brazos, rematados en deformes manos que a su vez se encuentran coronadas por afiladas garras, se proyectan hacia mi cuello. Grito con todas mis fuerzas dejando sin aire mis pulmones, aprieto el gatillo de mi arma que vomita fuego en todas las direcciones pero ya sin precisión. No puedo contener el ataque, las afiladas garras destrozan mis protecciones y laceran mi carne, el dolor explota en mi cerebro y mi arma se vuelve un inútil amasijo de metal.



Caigo al piso estrepitosamente, los sonidos se apagan y el dolor se incrementa. Trato de erguirme pero veo horrorizado que me falta todo el brazo derecho. Mi sangre se empoza debajo de mi cuerpo y mientras me desangro, veo incrédulo como el infernal monstruo se inclina sobre mi destrozado cuerpo y hunde sin misericordia sus dientes en mi desgarrado abdomen… me está devorando vivo.


Antes de perder la conciencia y en el postrer momento de mi muerte, aparecen sobre mi, aquellas palabras malditas que mitigarán momentáneamente mis dolores y me regresará, renovado y listo, a la cámara de tortura y sufrimiento a la cual estoy condenado eternamente.


GAME OVER.

CONTINUE?

 
En memoria a todos aquellos valientes protagonistas de los cientos de shooters (Juegos de Disparos) que dan la vida una y mil veces en su afán por divertirnos. 





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